Con 17 años, en 1977 tuve mi primera experiencia con el acido lisérgico.
En ese viaje me ví sentado desnudo sobre un taburete y con un cucurucho en la cabeza.
Me encontraba en la habitación que Vicente Van Gogh tenia en Arles y delante de mí estaba él pintando incansable girasoles sobre un lienzo.
De repente entró por la venta una paloma que se posó sobre el caballete y abriendo sus alas se fue convierto en el Divino Dalí.
Dalí miró a Vicente y sin decir nada acercó sus manos a los ojos y se los sacó. De sus cuencas vacías empezó a brotar Gala Atómica y a posarse sobre el suelo.
Gala, acercó su mano al pecho y de su seno izquierdo sacó la navaja de barbero con la que una noche Salvador y Luis le rajaron el ojo a la luna de Federico. Y suspirando como la madre que va a regañar a su hijo, cortó a Vicente la oreja que le quedaba.
La oreja, quedo en la palma de la mano de Gala y Dalí acercó con sus dedos los ojos. Y mirándola abrió la boca, sacó la lengua y de un solo bocado se la comió.
Veinte años mas tarde, en 1997 en un viaje introspectivo de ayahuasca al lado mas oscuro y salvaje de mi corazón tuve otra visón.
Esta vez me encontraba en el abismo que hay en el fin del mundo, estaba sentado delante de mi caballete y por mas que pintaba el lienzo siempre estaba en blanco.
Pasó una paloma que se posó sobre el caballete y abriendo sus alas se fue convirtiendo en el Divino Dalí.
Dalí me miró y sin decir nada acercó sus manos a la boca y abriéndola empezó a sacar a Gala Hiperbólica cortada como la vaina de una naranja y posándola sobre el suelo la fue formando de abajo hacia arriba.
Gala, acercó su mano al pecho y de su seno izquierdo sacó la navaja de barbero con la que una noche Salvador y Luis le rajaron el ojo a la luna de Federico. Y suspirando como la madre que va a regañar a su hijo, me miró y de un solo tajo cortó mis dos orejas.
Las orejas quedaron posadas sobre las palmas de las manos de Gala, una frente a otra, abrazadas. Gala estiró sus manos y las acercó hacia Dalí para que este las observara.
Dalí se quitó la barretina, metió la mano dentro sacó un imperdible y las atravesó fundiendolas en una sola.
Gala se giró hacia mí y con el aguijón de un escorpión y los pelos de un pincel me fue cosiendo las orejas en mí pecho mientras Salvador recitaba poemas que hablaban de catedrales y dinosaurios.
Desde entonces oigo todo lo que me dice mi corazón y vivo tranquilo.
1 comentario:
Que sublime el relato... que hermosas líneas... me he quedado sin palabras... y sin embargo me atreví a comentar... :)
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