miércoles, 6 de mayo de 2009

La Oreja Surrealista










La Oreja Surrealista





La Oreja Surrealista


Con 17 años, en 1977 tuve mi primera experiencia con el acido lisérgico.
En ese viaje me ví sentado desnudo sobre un taburete y con un cucurucho en la cabeza.
Me encontraba en la habitación que Vicente Van Gogh tenia en Arles y delante de mí estaba él pintando incansable girasoles sobre un lienzo.
De repente entró por la venta una paloma que se posó sobre el caballete y abriendo sus alas se fue convierto en el Divino Dalí.
Dalí miró a Vicente y sin decir nada acercó sus manos a los ojos y se los sacó. De sus cuencas vacías empezó a brotar Gala Atómica y a posarse sobre el suelo.
Gala, acercó su mano al pecho y de su seno izquierdo sacó la navaja de barbero con la que una noche Salvador y Luis le rajaron el ojo a la luna de Federico. Y suspirando como la madre que va a regañar a su hijo, cortó a Vicente la oreja que le quedaba.
La oreja, quedo en la palma de la mano de Gala y Dalí acercó con sus dedos los ojos. Y mirándola abrió la boca, sacó la lengua y de un solo bocado se la comió.





Veinte años mas tarde, en 1997 en un viaje introspectivo de ayahuasca al lado mas oscuro y salvaje de mi corazón tuve otra visón.
Esta vez me encontraba en el abismo que hay en el fin del mundo, estaba sentado delante de mi caballete y por mas que pintaba el lienzo siempre estaba en blanco.
Pasó una paloma que se posó sobre el caballete y abriendo sus alas se fue convirtiendo en el Divino Dalí.
Dalí me miró y sin decir nada acercó sus manos a la boca y abriéndola empezó a sacar a Gala Hiperbólica cortada como la vaina de una naranja y posándola sobre el suelo la fue formando de abajo hacia arriba.
Gala, acercó su mano al pecho y de su seno izquierdo sacó la navaja de barbero con la que una noche Salvador y Luis le rajaron el ojo a la luna de Federico. Y suspirando como la madre que va a regañar a su hijo, me miró y de un solo tajo cortó mis dos orejas.
Las orejas quedaron posadas sobre las palmas de las manos de Gala, una frente a otra, abrazadas. Gala estiró sus manos y las acercó hacia Dalí para que este las observara.
Dalí se quitó la barretina, metió la mano dentro sacó un imperdible y las atravesó fundiendolas en una sola.
Gala se giró hacia mí y con el aguijón de un escorpión y los pelos de un pincel me fue cosiendo las orejas en mí pecho mientras Salvador recitaba poemas que hablaban de catedrales y dinosaurios.
Desde entonces oigo todo lo que me dice mi corazón y vivo tranquilo.






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1 comentario:

About Mouz dijo...

Que sublime el relato... que hermosas líneas... me he quedado sin palabras... y sin embargo me atreví a comentar... :)